Liquid Ámbar

Hace no mucho tiempo, no flotaba. Había estructuras no muy altas. Intentaba escapar, pero tampoco lograba permanecer. No pasaba nada; no deseaba vivir. No quería que la alcanzaran las ganas de embriagarse y volverse desequilibrada. No había una existencia, ni motivo, ni gusto…no tenía deseo. Ese ser no amaba las mañanas, no saboreaba el aire y no detestaba el silencio.

Si y sólo si llovía, ese ser mutaba, únicamente con el toque de aquel elemento tardío, que no se tomaba ni la decencia de explicar sus prolongadas ausencias. Sólo así pertenecía, sólo así era subordinada, ungida por la tierra, por un éxtasis. Parecía una bestia, la cual se perdía en el bosque; vengativa, sanguinaria.

Por vez primera amaba al mundo, tornado en un manto gris húmedo. Podía huir, quería entregarse, despojarse de si, ser poseída. Despertaba al fin, gritaba, bailaba y se desnudaba. Completa, totalmente bañada en gotas de agua que sentía como dagas fijadas y enterradas en su cuerpo enigmático, en su alma, en su cabeza. La tocaba, la seducía, era un ir y venir, un manantial recorría entonces ya su sexo.

No le importaba ser vista, no prestaba caso alguno a las miradas, por el contrario no le provocaban disgusto. No era igual que otros seres, no lo era; se recreó a si misma, se agotaba y desvivía por tan solo ese instante, se hacía uniforme e indistinta con lo que siempre pernoctaba su ensueño y le brindaba la protección suficiente, sublime para ese ser maravilloso y perverso. Un ser agraciado, molde anómalo perfecto.