Recordando el taller de actuación

Hubo un ejercicio cuando tome el taller de actuación, hace ya cerca de un año, el cual recuerdo mucho porque se trataba en primera fase de alejarte del grupo y estar por un tiempo solo, interiorizar, preguntarte quién eres, qué se distingue de tu persona, rasgos, características; y en segunda etapa, realizar un pensamiento, poema o frases que confluyan con nosotros y una canción o fondo musical particular y gráfico. Todo esto representado en una escena, con tu propia esencia, aprendido en menos de 10 minutos. Fue simbolizar un pedazo de mi, un secreto que no comparto a menudo: mostrarme desde lo íntimo.

En sus mejillas

Estrechando ese cuerpo tan profano,
tan insulso que promete hacerte esclavo.
Es aquella la mirada de un oscuro camino,
de unos ojos que te miran y te desconciertan,
una boca que te toca y te provoca;
una lengua que juega y te enajena con el éxtasis
del roce de su piel morena.
Simplemente te exalta, tira y atrapa.
Al llegar a la provocación de su locura y su ingenuidad,
con su ternura no te deja, solo te idiotiza
y pierdes razón alguna.

¿Qué ves en ella? ¿Cómo es y qué le gusta a ella? ¿Ella es atrayente o te atemoriza? Tal vez nadie en el ejercicio se pregunto eso, pero aunque en ese momento que danzaba, solo mostraba quién soy, algo en mi se preguntaba cómo percibían esa condición escondida, disimulada… ¿era realmente disimulada? Aún me pregunto en veces, si quién soy es tan obvio. Y tu ¿qué crees?