PAPILLON DE L'OBSCURITÉ

Dec 30, 2008

Hello Stranger

La cita no fue anunciada, ni siquiera había una fecha, hora o lugar para encontrarse. Eran dos desconocidos en el bar de un hotel. Una noche como cualquiera en la que pasear no era la opción para ella quién se encontraba divagando en pensamientos con su compañera la bebida exótica, que más bien sonaba algo ridícula.

Sintió una mirada muy fijamente, inquirió esa mirada y ahí estaba él, sentado en otra mesa del bar, que era como cualquier otro, con la diferencia de la gente adinerada y vulgar que se encontraba disfrazada con la soledad a cuestas.

Pareciese que al momento de mirarse, los hubiesen dejado solos. Ella sin quitarle la mirada, observo como poco a poco se acercaba a dónde se encontraba. La visión en un momento se convirtió borrosa, todo, exceptuándolo a él. No dijo palabra alguna, no coqueteo, ni siquiera intento seducirla. Su imagen fascinante lo decía todo. Ella no dijo nada, aparto su mirada por primera vez y la introdujo perdida en un horizonte inerme.A él le sorprendía su silencio, su belleza taciturna. A ella su extraña pero reconfortante compañía.

Lentamente se volteó tocando sutilmente el escote de su vestido. Con voz tranquila, ella le dijo a aquél extraño que deseaba bailar. Ambos sentían asfixiarse, el deseo les desgastaba la razón. Bailaron un poco, como si de esa forma tuvieran el pretexto idóneo para escapar del bullicio, de la podredumbre. El baile los llevó a un salón contiguo; el cuerpo de ella entraba en contacto con la oscuridad y la brillante luz rojiza proveniente de la calle de junto. Sin pensarlo, con una mano comenzó a acariciar su cabello, su rostro, su mejilla; con la otra la restregaba a su cuerpo, en el continuó baile de persuasión.

Cansada por el misterioso baile, o tal vez la bebida, ella le pide la deje reposar un poco. Se adormece por un tiempo en un sofá. Él la mira deslumbrado por su beldad. Con sigilo se acerca a su oído para preguntarle sobre su mejoría, pero sin darse ella voltea su rostro dejando la boca al borde de la otra.

Como una niña, pretendió estirarse, y él sin poder contenerse, la beso.
Sus labios deliciosamente indescriptibles, el olor de su boca que engañosamente no tenía el sabor del licor, era más bien un olor adictivo, unas ganas mudas que salían como una respiración caliente, sedienta. Sus manos seguían bailando, como si jamás hubiesen parado. El cuello de ella, se convirtió en su predilección, hasta bajar exquisitamente a su escote, aquel provocador insatisfecho.

Parecía estúpido pero estaba enamorado de una mirada, de unos suspiros, de una forma de caminar… de provocarlo.
La fuerza con la que ella lo empujo fue suficiente para que las caricias subieran de intensidad, ambos buscaban la boca del otro, el buscaba sus senos, su espalda, sus piernas, su sexo. Ella le besaba con dulzura, y acariciaba su cuerpo, su torso, su cuello, las ingles, su boca.

Cada caricia y cada beso desataban el deseo acumulado por no haberse encontrado durante tanto tiempo, hasta entonces, en una noche con una mujer de sombras entristecida s y mirada oscura, con un extraño pero conocido de pensamientos legibles, de entrañable remembranza y de deseos más allá de la piel que juntos compartían…

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Dec 19, 2008

Trastada

Me hubiera encantado que se me ocurriera antes pegar a mi hermana con cinta a la pared... hubiera sido demasiado ocurrente. Sin embargo tuve unas puntadas bizarras, divertidas y un tanto innovadoras entonces, cuando era una niña.


Alguna vez cuando fui pequeña, saque a mi hermana de su cuna siendo una bebé y la coloque en mi cama (sin contar que le di un susto tremendo a mamá) ; en otra ocasión quise darle de comer de mi comida cuando ella ni siquiera tenía dientes, y mi pregunta del por qué no podía hacerlo, no me dejaba del todo convencida.


Algunas veces me enojaba con ella porque me perseguía, odiaba que imitara todo lo que hacía yo, que repitiera, o que tuviera los mismos gustos que yo. Algunas veces le jalaba el cabello aunque ella no me hubiese acusado con los adultos; lo hacía por venganza, tal vez porque cuando yo no tenía la culpa, cuando lloraba ella, todo lo que dijera yo no era creíble. Aún así, ser la hermana mayor ha tenido sus ventajas después de todo.


Mis juegos preferidos eran colgarnos de unos tubos para colgar ropa, eran enormes. Para unas pequeñas de 3 y 5 años subir a colgarse y bailar a la altura de 3 metros hacía el cielo resultaba peligroso para cualquiera, un manojo de nervios para cualquier padre, pero para nosotras era soñar, volar y sobre todo creer.

Y a qué viene todo esto, pues al pensamiento de vivir, por una película que volví a ver hoy, que por cierto recomiendo: Elsa y Fred. No quiero esperar hasta ser mayor para disfrutar. He disfrutado tantas cosas que quiero continuar así. Alejarme de lo que me deprime, de lo que daña, y de todas las cosas a las que me ato sin motivo. Así que hermanita, papás y amigos, regreso a las travesuras, no quiero crecer, quiero vivir mis sueños y hacer fechorías y diabluras.


Posdata: Mi blog no ha muerto :P


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