Presuntuoso
Me enamoré, lo vi y me cautivo su aire desdeñoso. Era como si me atrajera su alma. No lo conocía, no había cruzado palabra. Era su caminar constante, tal vez sus lentes, su saco sin planchar, su pantalón que de igual forma en conjunto lo hacían ver intelectual, fuera de la realidad. Al fin logro sentarse, leyó algo, su voz poco a poco se hizo presente en el sonido tumultuoso de la clase, de las voces gritonas, sordas, y aparecieron palabras, de boca de él, de creación de otro, un tal Jaime Sabines.
¿Quién era yo?... Me detuve a entender, a tratar de descifrar, que sus labios me resultaban familiares, que su mirada pérdida y absorta también lo eran. Unos ojos que tenían sombras, sombras de noches sin dormir, sombras de fantasmas. Es raro decían... sonreía tímida y al mismo tiempo confiadamente. Tal vez era de otro mundo, con sus pestañas grandes, ojos inconclusos. Miraba tanto por la ventana... observa el espacio; no dice nada, se queda ahí, junto a la puerta con su rostro perdido. Comienzo a detestarlo un poco, ese afán de sus viernes de café, un año... 36 semanas por ahora. Se trata de Foucault. Sus dedos se comportan extraños, tienen formas delgadas pero fuertes al mismo tiempo. Si dejará de presumir, de hablar tanto sin decir nada, tal vez, y sólo tal vez lo amaría. Su café y él pueden extraviarse para mi... ya no me interesa, ya no me enamoraré más... seguiré mejor perdiéndome en pensamientos y conexiones arrogantes.
1 Comments:
At January 28, 2009 10:23 PM, Alejandro Vargas said…
Sabines y Foucalt...el del péndulo? Un escrito personal con aire de tristeza.
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